Este iba a ser el relato de un viaje a pie a través de Galicia, pero ha terminado convirtiéndose en un saco. Un saco repleto de anécdotas, historias y reflexiones, una mochila en la que han encontrado acomodo druidas, cultos mistéricos, mámoas, castros y fortalezas, mouras, xacias, meigas, tesoros escondidos y unturas mágicas.
Seres prodigiosos, pero también otros muy reales: viticultores heroicos, peregrinos, bandoleros, maquis, y albergues, cruceiros y petos de ánimas, las minas de hierro de A Pontenova, el wolframio y los incendios, los carballos y los eucaliptos, los cañones del Sil, el monasterio de Oseira y un monje pintor.
Y más, mucho más: pueblos abandonados, el astuto arzobispo Xelmírez y la reina Urraca, cuernos de piedra y piedras que abalan, los espíritus de las fuentes, el Padre Miño, esconxuros, los romanos, contrabandistas, arrebatos místicos, la gran revolución de los irmandiños, el tren y los ataques vikingos, la raia húmida y Pedro Madruga.
¡Ah! Y mosquitos asesinos, moscas pegajosas, moteros italianos, furgoneteros asturianos y chorizos muy, muy picantes. Todo en compañía de una nutrida hueste de vacas, ovejas, corzos, canes mansiños, osos, lobos, raposos, lampreas, pulpos —cómo iban a faltar— y otros muchos animales…
Sí, se me ha ido de las manos: lo que iba a ser un simple viaje a pie través de Galicia se ha convertido en mucho más: en una incursión por la historia, la geografía y la geología de Galicia, por su flora y su fauna, la evolución y la metereología, las creencias, las costumbres, la vida campesina y esta forma de ser nuestra tan… nuestra.
Pero ¿qué le voy a hacer? Al cabo, soy gallego, y los gallegos siempre damos muchas vueltas para llegar, que la línea recta nos parece muy aburrida…