La cocina, bien promovida por la tele y la publicidad, está de moda, también en el mundo infantil. También está de moda el miedo en los libros infantiles, con un poquito de escatología, a los niños les gusta, dicen los mayores. Estos dos elementos se intercalan en la obra a la que le ha sido concedido el Premio Nacional de Literatura Infantil 2015. Un viaje al inframundo lleva a Román, aprendiz de chef con 10 años, a meterse en una aventura en la que debe crear un plato que guste a vivos y muertos para poder ayudar a Escarlatina, una niña muerta hace más de un siglo, que aparece en su casa, en lugar del curso de cocina que pidió como regalo de cumpleaños. La historia reúne, junto con ricas recetas en las que predomina el chocolate, un buen repertorio de comidas nauseabundas (sin receta) y situaciones alocadas que llevarán a Román a rencontrarse con su abuelo y devolverle la felicidad a Escarlatina. Si tu cumpleaños coincide con el Día de los Difuntos, prepárate para una sorpresa mortal. Eso es lo que le ocurre a Román Casas, que sueña con ser un prestigioso chef y pide un curso de cocina por su décimo aniversario. En su lugar recibe un ataúd negro con las instrucciones para activar a Escarlatina, una cocinera del siglo XIX y su inseparable lady Horreur, una escalofriante araña con acento francés. Los tres nuevos amigos y el gato Dodoto viajan abordo del mortibús hasta el Inframundo, donde los muertos viven (bueno, es un decir) bajo el imperio de Amanito, un siniestro tirano. Así arranca una odisea de muerte donde no faltan ingredientes de aventura, misterio y mucho humor.