Aunque la vida se ponga cuesta arriba, siempre hay un amigo dispuesto a tenderte una mano (o una pata) para salir adelante.
Richard Gold lo tiene todo, pero pasa el tiempo en el sofá en bata, bebiendo mientras ve torneos de dardos. Un día conoce a Frankie, un gato callejero que habla y, sobre todo, piensa, y a partir de ese momento su vida comienza a cambiar. A pesar de su carácter nada amigable, Frankie lo elige: Gold será su humano. Tal vez sea porque tiene un gran televisor, una cama muy cómoda y mucha comida para gatos. O tal vez porque ambos necesitan un amigo y están unidos por algo profundo y extraordinario, aunque todavía no lo sepan.