Esta obra se adentra en las relevantes funciones que ha desempeñado la cultura del vino en el mundo tradicional. El vino aportaba calidad de vida, puesto que era un alimento, un estímulo, un medicamento, una forma de calefacción interior en invierno y un refresco en el caluroso verano, un ingrediente esencial en la relación social (la taberna) y también en la fiesta y en el amor. Se detalla en esta obra la historia y características de las diez áreas vitícolas del país, consistentes en cinco Denominaciones de Origen y otras tantas Indicaciones Geográficas Protegidas, encargadas de amparar y desarrollar la calidad del vino que en ellas se produce. Se da cuenta también de cuáles son las bodegas que gozan de auténtica excelencia y producen los mejores vinos (con sus añadas), tanto blancos como tintos y tostados dulces, y que, por lo tanto, han obtenido mayor reconocimiento. El lector se deleitará con esta narración amena y bien escrita que atiende también a la cuestión de género (las mujeres y el vino) y que recurre a literatura y la poesía para hacer más grata e interesante la lectura.