La historia, a grandes rasgos -sin duda, excesivamente grandes- podría contarse así: Las obras de Valle-Inclán y la revista Nós, de cuya ilustración ya se ocupó la profesora Carballo-Calero, constituirían las primeras “grandes empresas” gallegas con personalidad desde el punto de vista tipográfico y de la ilustración, y Castelao, sin duda, se alza desde el comienzo, como la gran figura que, en su condición de teórico del nacionalismo gallego, logra transmitir ese espíritu propiamente gallego a las publicaciones. Luego vendrían los libros de poesía, muy semejantes a algunos libros vascos, y ya en los años veinte y coincidiendo con un nuevo comportamiento mundano, las revistas Vida, Gráfica y Luz, precedentes de la gran revista Alfar. “Las portadas de Huici para Luz se encuentran entre los mejores diseños vanguardistas realizados en España” (Carmona, 1997). En este momento aparece Luís Seoane que ya no se separaría de la imprenta hasta la muerte. Con la revista Nós, serán Ronsel, aparecida en Lugo, en 1924, y Alfar, la revista de Casal, las publicaciones periódicas en las que intervenga la primera vanguardia gallega. Por último, y ya en los primeros años treinta, la pontevedresa revista Cristal confeccionada en los talleres tipográficos de Julio Antúnez prolongaría en el tiempo la preocupación y esmero por el aspecto gráfico.