Max llama a su madre cada vez que quiere algo. O cuando se siente mal. O cuando tiene sueño. O cuando se le cae cualquier cosa al suelo. La llama gritando con todas sus fuerzas “¡MAMÇÇÇÇ!”. Su madre vive constantemente asustada, pero un día decide no acudir a su insistente llamada. Para su sorpresa, comprueba que Max es capaz de hacer las cosas el solito.