A sus dieciseis años, y antes de entrar a trabajar en la mina, como su padre, Robert Appleyard decide viajar por la región y, hatillo al hombro, deja atrás Durham. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y todavía se percibe la depresión en la campiña inglesa. En su viaje, recala casualmente en la preciosa casa en lo alto de una ladera, con maravillosas vistas al mar, donde vive una mujer que ya ha superado la cincuentena. Excentrica, independiente, amante de la buena literatura (y de la buena comida), Dulcie Piper ha visto mucho mundo. La amistad que trabarán durante un único verano perdurará toda la vida, y abrirá a Robert caminos inesperados.