Medea recorre México al volante de su Jetta "toda vestida de negro, con unas trenzas africanas muy perritas" y con un propósito firme: servir de bastón a las mujeres que habitan estas páginas. Unas mujeres que se enfrentan a situaciones límite, inmersas en un fuego cruzado entre la violencia del crimen organizado, el Ejército y los conflictos con familiares y parejas que provienen de estos entornos, y a las que Medea no dudará en auxiliar bien practicando abortos bien acompañándolas en el final de relaciones abusivas.
El resultado es esperanzador: "No somos lo que hicieron de nosotras, sino lo que hacemos con lo que hicieron de nosotras", dice una de estas mujeres parafraseando a Sartre. En Medea me cantó un corrido, Dahlia de la Cerda hace gala de su habitual destreza para narrar una serie de relatos interconectados y, gracias a su original estilo plagado de humor negro y situaciones delirantes, crea un paisaje literario único que vibra al ritmo de cumbias, electrocorridos y perreo.