En este ensayo Wolff analiza las implicaciones biográficas y musicales del nombramiento de Mozart en la corte del emperador José II de Viena, el «estilo imperial» en sus obras más representativas del período y un repertorio de piezas, la mayor parte desconocidas, que dejó inacabadas. Sin duda, el servicio imperial como compositor de cámara, que había supuesto un sueldo fijo, un título prestigioso y escasas obligaciones, contribuyó a su prolífica producción, cuyo inicio marcan las tres grandes sinfonías de 1788. A través de documentos, partituras y cartas de Mozart a sus allegados, Wolff no sólo crea un intenso relato, sino que ofrece una perspectiva nueva y sólida sobre la relación entre las inquietudes artísticas del maestro y las expectativas económicas.