No puedo parar de pensar en que, si yo gritase, ellos quizás
se avergonzarían de lo que me hacen.
Si me mease encima, me despreciarían. Si sangrase constantemente,
ellos me rechazarían. Si me vaciase un ojo,
no osarían mirarme el hueco negro. Si enfermase de un
mal infeccioso, se apartarían de mí. Si me arrancase el cabello,
no tendrían por donde agarrarme. Si me cortase los
pechos, sentirían asco. Si me raspase toda la piel contra
las paredes, no querrían tocarme las ampollas.
Si yo fuese un buen cordero para los lobos, tal vez no
tuviesen motivos para herirme más.