Artista, crítico y divulgador, el alemán Joachim Schmid es uno de los pioneros del uso de la ‘fotografía encontrada’ como estrategia para reutilizar, reciclar y repensar documentos gráficos anteriores. La calle, los contenedores, los mercadillos como forma de archivo que nos ayuda a investigar sobre los usos y significados de la fotografía, su relación con los campos de lo público y lo privado, su validez como registro, su caducidad, la relativa importancia de la autoría… Pensar sobre la fotografía partiendo de la basura. Blas González nos introduce en su obra, incluyendo la serie ‘Photographic Garbage Survey’ realizada en Vigo que se muestran por primera vez, y de forma íntegra, en una publicación especializada por cortesía del autor y del MARCO Museo de Arte Contemporánea de Vigo.
En 1990, unos curiosos anuncios publicados en la prensa alemana informaban a los lectores de la inimaginable y preocupante cantidad de fotografías que se producían anualmente, al tiempo que advertía de la amenaza que suponían para la salud los químicos contenidos en todo este material fotográfico descontrolado si no fuesen conveniente procesados, o el riesgo para nuestra capacidad intelectual latente tras esta creciente polución visual.
Afortunadamente en el Instituto para el Reprocesado de Fotos Usadas un servicio de profesionales cualificados ofrecía una solución a este grave problema: “recogemos fotografías usadas, abandonadas y anticuadas en blanco y negro o en color, incluyendo fotografías instantáneas, tiras de fotomatón, álbumes fotográficos completos, hojas de contacto, tiras de prueba, negativos y diapositivas, así como artículos dañados y triturados, tanto en pequeñas como en grandes cantidades”. Como consecuencia de este reclamo, el “Instituto” recibió miles de fotografías, álbumes y negativos que la gente enviaba para que su tratamiento y reciclado de modo seguro.
Este falso instituto formaba parte de la estrategia ideada por el artista alemán Joachim Schmid (Belín, 1955) para recolectar material fotográfico usado, que utilizaría como base de su creación artística. Y es que la mayoría de los trabajos de este autor implican la búsqueda, recolección y reutilización de materiales desechados, fotografías descartadas de forma intencionada por sus autores o propietarios, que Schmid pacientemente selecciona, clasifica o interviene para construir propuestas en las que indaga sobre la doble naturaleza de la fotografía (información/objeto) o su función dentro del entramado social y cultural. La formulación del anuncio también nos revela otra constante de este autor: la ironía con la que suele adornar sus intervenciones, que habitualmente contienen una sutil dosis de crítica a los conceptos de autor, archivo y museo.
En 1989, para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de la fotografía, Schmid y Fricke presentan en edición limitada ‘Meisterwerke der Fotokunst’ (1989) – Obras Maestras del Arte Fotográfico-, en el que se incluyen veinte “reproducciones originales” de obras desconocidas de algunos de los más grandes autores: Edward Steichen, Eugène Atget, August Sander, Berenice Abbot, Man Ray, Laszlo Moholy-Nagy, Ansel Adams, Duane Michals o Cindy Sherman entre otros. Una breve introducción firmada por el historiador Helmut Gernsheim corroboraba el prestigio de la colección, y cada reproducción se acompañaba de información precisa como el título y la fecha de la misma.
Tras el deleite y fascinación inicial del público, el engaño se reveló a las pocas semanas, ya que en realidad las supuestas reproducciones originales correspondían a fotografías de aficionados encontradas por Schmid en los mercadillos de Berlín y que por similitudes estilísticas o temáticas –y sin duda, reforzadas por la ingeniosa artimaña historiográfica y formal– podían ser atribuidas de forma convincente a los autores mencionados.
Se evidencia aquí la crítica a la fotografía como mercancía artística y el culto al autor legitimado por la parafernalia museística. Schmid cuestiona y se auto-atribuye la facultad del museo para certificar la autenticidad de la obra –aunque sea falsamente y tan solo durante unas semanas. El engaño nos muestra, por una parte, como aquellas características que consideramos singulares y distintivas de un artista celebrado no son en realidad tan exclusivas y, por otra, que la función de la obra de arte está acaso determinada por elementos ajenos a su creación.
En palabras de Fontcuberta: “Lo importante en las fotografías no está en la excelencia del procedimiento con que las obtenemos ni en la habilidad del ojo que las imaginó, sino en la función que les forzamos a desempeñar, en su management, en la misión que les adjudicamos, en su inserción en un determinado discurso”.