La política - el periodismo - la familia - las pasiones - las peleas - los costos de enfrentar al poder K - el amor - el fútbol - la amistad.
Una conversación profunda y comprometida entre dos referentes del periodismo nacional. En su mejor momento profesional Los Leuco abren la puerta de su intimidad, nos cuentan su historia y reflexionan sobre la realidad, la política y todos aquellos temas que nos interpelan como sociedad.
«Alfredo Leuco prueba que la paternidad puede ser una de las bellas artes: Diego es su obra maestra. La relación entre ellos resulta completamente subversiva, puesto que pone en tela de juicio la educación operativa y sentimental que ejercimos con nuestros propios hijos.
Desde muy chico, ese hijo desayunaba conversando con su padre las noticias de los diarios. Su propia casa fue una formidable facultad de periodismo. El padre fantasea con retirarse alguna vez del micrófono y ser el productor general de Leuquito.
Un vínculo tan excepcional, una historia tan ejemplar y curiosa, demandaba un libro que narrara por dentro y pausadamente sus entrañables secretos. Aquí está por fin este libro imprescindible.»
Jorge Fernández Díaz
«Que un padre y un hijo se complementen en un mismo espacio laboral no es un hecho novedoso, aunque haya dejado de ser frecuente. Los dos Leuco son, en tal sentido, un auspicioso ejemplo más de lo que aún es posible.
Salta a la vista, en ese hombre diáfano y corajudo que es Alfredo Leuco, la ternura sin impostaciones que le inspira su 'chango'. Poco cuesta imaginar, también, la emoción de ese hijo a quien la vida honró con la admiración de su padre; con la confianza profesional de ese padre que puso en sus manos todo lo que él supo construir. Es que Diego Leuco ha entendido qué significa heredar. Heredar es transformar lo recibido mediante los propios recursos creadores.
Aquellos que estén habituados a verlos y oírlos podrán volver a escucharlos en las páginas de este libro. Aquí palpitan sus voces; esas voces que recorren con lucidez nuestro país en penumbras; esta Argentina que pugna por ingresar al siglo XXI mientras la acosan todavía sus peores anacronismos.»
Santiago Kovadloff