Con los volúmenes de El Espectador VII y VIII publicados en 1929 y 1934 respectivamente se cierra una colección fundamental dentro del corpus orteguiano. En sus páginas, dirá Ortega, «el lector habrá de contentarse con un "espectador" que lee, extracta y copia. Otros números llevarán un trozo de mi alma». Con esa conciencia, y pensando en la importancia de dichas lecturas, esta edición añade tres textos que completan este periodo. Ellos se encuentran en los orígenes de los artículos que formaron parte de los libros finales y que servirán para una lectura con mayor profundidad de los mismos.