En 1984, al descorrerse el velo de lo que había sido la dictadura en su faz represiva gracias al informe Nunca más de la Conadep, los argentinos supimos que miles de personas habían "desaparecido" en campos de concentración clandestinos. Pero así como tuvieron que pasar algunos años para que se conociera en toda su magnitud el plan sistemático de apropiación de bebés nacidos en cautiverio de sus madres, también tuvo que transcurrir cierto tiempo para comprender que la guarnición de Campo de Mayo superaba con holgura las dimensiones deletéreas de la ESMA en la Capital o "La Perla", en Córdoba.
Por Campo de Mayo pasaron cinco mil presos políticos. Sólo cuarenta y tres sobrevivieron, muchos de ellos gracias a la fuga. Se supo, a través de diversos testigos, que hasta 1979 dos o tres veces por semana llegaba una caravana de vehículos del ejército y descargaba en fosas paralelas a las vías del tren lo que algunos sostienen con firmeza que eran cadáveres y otros dicen que "eran bultos que parecían cuerpos humanos". Sin embargo, las investigaciones no fueron más allá. Nunca hasta ahora.
¿Por qué es un agujero negro? ¿Por qué se desaparece a Campo de Mayo en los años de democracia? ¿Por qué se prosiguió una política de destrucción de pruebas?
Cuando Luis Patti fue intendente de Escobar, la razón de ser de ese territorio había perdido su sentido original: el servicio militar obligatorio fue eliminado por quien declaró los indultos e hizo prescribir las causas del juicio a las Juntas al ritmo del crecimiento de los barrios privados. Durante los dos períodos para los que fue elegido, ese lugar fue sometido a una intensa tarea de rellenado y en la actualidad es un asentamiento de viviendas precarias. Contestar estas preguntas puede ser la clave para descifrar la desaparición de los cuerpos de cinco mil militantes y la relación entre las fuerzas policiales y las dictaduras militares y sus planes de exterminio. Figuras como la de Patti, Etchecolatz y Villar trascienden la mera configuración psicopática para devenir dispositivos técnicamente aptos para la represión y eliminación de personas.
Luego de buscar las voces pendientes, las voces olvidadas, luego de tantos viajes y caminatas tratando de dar con una explicación, en el polvo y en la tierra, Enrique Vázquez desbarata el silencio y la complicidad e ilumina ese vacío con una investigación contundente y aterradora.