El espectáculo en la sociedad del espectáculo. El morbo en los espacios del amor romántico. Los ídolos ante la mirada consagratoria y desacralizadora de las masas.
Un libro de revelaciones pudorosas del gran cronista mexicano Carlos Monsiváis.
Incluye la crónica que convirtió a Juan Gabriel en un mito.
La sucesión de escenas (cuadros y carros alegóricos) donde el pondos es la forma más ostentosa de la liviandad, y los hombres de pro, y Columnas del Deber, resultan turiferarios de la Santísima Trivialidad. La pequeña historia en el México del siglo XX: el mural disperso y siempre reciéninaugurado donde participan María Félix y los chavos banda, Dolores del Río y los chavos punk, las vedettes y los economistas; Juan Gabriel y la pareja cerúlea en el dancing, Celia Montalbán que anima el hoyo fonqui y el cachudo que dirige a María Condesa. El pudor, la liviandad: los sentimientos extintos en la sociedad que no acaba nunca de ser plenamente moderna. Y, ¿qué melodía se le antoja, patrón?
Fragmento de "Instituciones: Juan Gabriel", ensayo incluido en Escenas de pudor y liviandad:
"Había una vez una ciudad llamada Juárez en la frontera de México con Estados Unidos. Allí vivía un adolescente solitario, ajeno a la política y a la cultura, aficionado irredento de las cantantes de ranchero, de Lola Beltrán y Lucha Villa y Amalia Mendoza la Tariácuri... y ese joven, furiosamente provinciano (cosmopolita de trasmano, nacionalista del puro sentimiento) creaba por su cuenta una realidad musical nomás suya, la síntesis de todas sus predilecciones que no existía en lado alguno (...) Y al adolescente de Juárez, que responde al nombre de Alberto Aguilera Valadez, su inspiración le llevaba a diario melodías que silbaba, con letras adjuntas, y él las cantaba en un lugar llamado Noa-Noa..."