Aunque la gente avisada conoce de sobra sus encantos, para muchos, el sur de Escocia no es más que algo por donde se pasa en coche camino del norte. Gran error, porque aquí hay espacio para respirar en verano y rincones tranquilos. Su proximidad a Inglaterra provocó incursiones y contiendas, y las fortificaciones fronterizas presenciaron abundantes escaramuzas, pues había jugosos botines en las Borders, donde las prósperas abadías gobernaban las comunidades agrícolas. Saqueadas una y otra vez hasta su destrucción durante la Reforma, las ruinas de estas iglesias, unidas por senderos para ciclistas y caminantes, se cuentan entre los lugares históricos más sugestivos de Escocia. El ondulado oeste se cubre con una vasta masa forestal entre poblaciones con animados mercados. Las colinas descienden en cascada hasta arenosas franjas de litoral que gozan del clima más soleado de Escocia. Es la tierra de Robert Burns, cuya poesía refleja su campechanía y su intensa vida social.
• Recorrer las nobles ruinas de las abadías fronterizas –Dryburgh es la favorita de los autores– y otros puntos de interés histórico de las Borders.
• Contemplar la genial arquitectura dieciochesca del castillo de Culzean en un acantilado sobre el mar.
• Meditar sobre la dureza de la vida en la frontera entre Inglaterra y Escocia en el desolado Hermitage Castle.
Incluye: Peebles, Melrose, Jedburgh, Kelso, Eyemouth, Lanark y New Lanark, Ayr, Alloway, Dumfries, Kirkcudbright, Galloway Forest Park yStranraer.