¿Se puede huir permanentemente del pasado? ¿Se pueden traicionar impunemente los ideales? ¿Se puede luchar por el amor contra todo y contra todos? ¿Cuál es el camino que lleva al protagonista desde un pequeño pueblo alicantino a convertirse en guerrillero en la selva colombiana, cobrador de morosos en Madrid y alto ejecutivo de un grupo mediático?
Todo empieza con un absurdo incidente doméstico en el que participan unas gallinas, una puerta bloqueada y una caída desde un terrado con nefastas consecuencias. Durante la convalecencia, atiborrado de pastillas para combatir el dolor, José Centella le relatará su vida a un amigo y en una sucesión trepidante de escenas el lector viajará a la selva colombiana, descubrirá los campamentos recónditos de la guerrilla, será testigo de ataques armados a polvorines y consejos de guerra sumarísimos por traición a la causa, de amores apasionados y celos no menos apasionados, de tácticas de guerrilla urbana, cuya arma es la seducción, y de una huida para salvar el pellejo que hace necesario reinventarse y convertirse en otro. Pero los fantasmas del pasado se resisten a desaparecer y vuelven cuando uno menos los espera.
Manuel Gutiérrez Aragón ha escrito una novela divertida y dramática, con un antihéroe contemporáneo que pasa de la selva remota a la jungla empresarial, un guerrillero transformado en hombre de negocios. Retorciendo los argumentos de Kirilov en Los demonios, «si la revolución no es posible, todo está permitido». El diabólico razonamiento sigue tentando a las grandes inteligencias.
Un libro que es una novela de aventuras, supervivencia en la selva en condiciones extremas con prestamistas obesos y negocios más bien turbios en el mundo del cine; pero también una novela de amor, con una bellísima guerrillera, la esposa de un general, una farmacéutica, una psicoanalista y una hijastra en plena crisis posadolescente; y asimismo una novela de ideas sobre idealistas, dogmáticos y traidores a la causa y a sí mismos.
Con esta segunda novela, Manuel Gutiérrez Aragón confirma su alta valía como escritor, como subrayó la crítica de La vida antes de marzo, galardonada con el Premio Herralde: «Pone en práctica algunas premisas narrativas que muchos de los novelistas contemporáneos parecen olvidar. Por ejemplo, esa que señala que es importante seducir al lector desde el comienzo» (Pablo Martínez Zarracina, Bilbao).