Hamlet es un príncipe atrapado por los errores de sus mayores. Desde muy joven, le han cargado con el peso de una enorme responsabilidad: no puede hacer lo que quiera con su vida, pues está obligado a resolver el caos provocado por el asesinato de su padre. De ahí que dude, que bromee con su propia angustia, que cambie de humor de una escena a otra¿ Pero, aunque no seamos príncipes de Dinamarca ni pese sobre nosotros el deber de una venganza impuesta, de alguna manera todos somos Hamlet, pues conocemos los claroscuros de nuestra propia conciencia y la delgada línea que separa la sensatez de la locura.