En la primera mitad del siglo XX, la educación expandió la democracia, pero no logró modificar la estructura social: los más pobres se mantuvieron excluidos y el sistema económico apenas contribuyó a la movilidad social. Por ello, en este libro se sostiene que el sistema educacional fue una exitosa tarea política y cultural, más que social y económica.
Entre 1880 y 1930 la educación fue el centro de las transformaciones sociales y se constituyó en el principal agente democratizador de la sociedad chilena. La cobertura escolar creció a un ritmo inusitado, no obstante las dificultades inherentes a la pobreza de la población.
Así, la Ley de Educación, que estableció la obligatoriedad escolar, inauguró las políticas sociales en el país. La escuela pública se institucionalizó, llegó a más niños, y estos aprendieron más y mejor.
La educación también permitió el ingreso de nuevos actores al espacio público: las mujeres se incorporaron a la educación secundaria, el movimiento obrero creó sus propias escuelas y los niños mapuches, aunque pocos, pudieron reivindicar sus derechos.