Una reflexión acerca de la relación entre poder y cultura, entre los intelectuales y el poder a lo largo de la historia.
Francis Bacon advirtió de que los hombres que han alcanzado altas posiciones acaban siendo
extraños a sí mismos. Consideraba que a la ardua ascensión de los poderosos seguía inevitablemente un eclipse que derivaba en «cosa melancólica», pues resulta muy
difícil resignarse a la vida privada y al retiro. Montaigne confesaba en sus ensayos que en su
dedicación a los otros, a la política, no pudo evitar apartarse de sí mismo.
¿Por qué tantos hombres de sabiduría se han metido en política?, se pregunta el autor,
en clara alusión a su propia experiencia.Casi todos los intelectuales han fracasado en este empeño: Platón frente a la Corte de Dionisio II en Siracusa; Aristóteles frente a Alejandro; Cicerón frente a Marco Antonio; los intelectuales que sostuvieron la Segunda República frente a la barbarie fascista y los estalinistas.
Pero a pesar de la plena dedicación al servicio público como un deber hacia los demás,
debe primar una exigente alerta con el fin de no perder la autonomía de acción, la libertad
de opinión y la capacidad de retirarse en cualquier momento para cuidar del alma y de sí
mismo.
Este volumen recorre algunos de los momentos clave de la historia de la difícil relación entre el poder y la cultura, ofreciendo un análisis equilibrado, incisivo, valiente y esclarecedor. Supone una reivindicación clara de lo que nunca debiéramos dejarnos arrebatar, guiada por la convicción de que es precisamente en la educación y la cultura donde residen las únicas garantías del nuevo e indispensable renacimiento.