Me encontraba en Túnez en diciembre de 2010, cuando se reveló la noticia de la inmolación de Mohamed Bouazizi. Tuve inmediatamente el presentimiento que en esta ocasión las cosas serían diferentes, que la lucha que comenzaba iba a resultar dramática. Una fría e invencible determinación parecía impregnar el entorno. La ira se percibía en los rostros. Algo había cambiado. Decidí seguir el desarrollo de los acontecimientos. Y vi el «Harto» que se escuchaba desde hacía años en todas las voces convertirse, de repente, en «¡Lárgate, Ben Ali!».
Los Tunecinos han abierto un nuevo tramo de su historia. «Indignados» por la dictadura mafiosa, han iniciado la primera revolución democrática de la historia árabe, haciendo de la dignidad («Karama») un lema de movilización que ya supera las fronteras de su país. Propongo aquí una explicación del por qué y del cómo de esta sana sublevación de uno de los pueblos más pacíficos del mundo.
Sami Naïr