Tras la brutalidad de la Revolución, los sobrevivientes necesitaban una esperanza y el nacionalismo se la dio. Pero a un costo altísimo: muerte y mentira.
El discurso oficial asienta que el amor a México es obligatorio, eterno, inamovible y perfecto. No es así. El actual nacionalismo mexicano es una invención posrevolucionaria, fomentado para crear un sentido de unidad y de propósito tras la matanza vivida entre 1910 y 1917. Y eso es lo de menos. Ese patriotismo fue una excusa para perpetrar algunas de las peores atrocidades que se han cometido en suelo patrio. Discriminación, racismo, clasismo y exclusión son sus caras menos oscuras. Las peores se llaman odio, expulsión, destierro, asesinato y genocidio. Esta obra señala el negro camino que ha seguido la devoción hacia México y la impunidad de la que ha gozado. Hoy, como nunca, se vuelve necesario reflexionar sobre el tema de esta obra: ¿a qué delirios nos puede llevar el nacionalismo desatado?