Soliloquio de una mujer en apuros, Las madres no les decimos esas cosas a las hijas representa un nuevo umbral en la obra de Federico Jeanmaire. Aunque otra vez recurre a los materiales y metáforas de la vida cotidiana –en este caso, una familia afectada por el paso del tiempo y la cercanía de la muerte– para enrarecerlos y convertirlos en vehículos de un lirismo coloquial, el autor explora ahora los vínculos entre ética y ficción. Esta novela, que podría leerse como la segunda entrega de un díptico junto a Más liviano que el aire (Premio Clarín de Novela 2009), profundiza el ejercicio de experimentación del escritor argentino con el lenguaje rioplatense. Un matrimonio de jubilados en no muy buenas condiciones de salud se comunica con su única hija, exiliada en España luego de 2001, por medio de DVD grabados en casa. En ellos, María Emilia, la madre, lleva la voz cantante para recuperar el afecto de Carolina mediante una serie, en apariencia caótica, de recuerdos, sueños y detalles del presente en Buenos Aires. Juan Ignacio, el padre, padece un cáncer y María Emilia está postrada, casi paralítica: los dos han diseñado un plan para el porvenir, una estrategia para dejar de sobrevivir por sobrevivir. Premio Emecé 2008 por Vida interior, Jeanmaire retoma el imaginario de personajes opacos a los que otorga una voz fascinante, aun velada por el humor, los prejuicios y la trivialidad, con la que apela a los lectores. Jorgelina Núñez ha escrito: “Quizá la singularidad de la obra de Federico Jeanmaire nazca del cruce entre deliberación y sorpresa, entre un objetivo para el que se trabaja con ahínco y el desconocimiento de los medios para alcanzarlo. Y del empecinamiento por desentrañar esa materia difusa y aterradora a la que nos someten las grandes crisis y que son la condición de posibilidad de lo realmente nuevo”.