Con un pie en la historia y otro en la literatura, Brienza relata la
crónica de su investigación acerca del destino del Santo Grial. Muchos
creen que está en la Argentina, y ¿por qué no habría de estarlo?
«Esta es la historia de una búsqueda. Perdón, no es la historia de una
búsqueda. Es la historia de una persecución. Y, como sucede en el amor o
en los viajes, el destino final es una excusa para recorrer el camino
que nos lleva a él. Todo el mundo sabe que entre las hendijas de Buenos
Aires hay otra Buenos Aires donde viven matemáticos jubilados, viejas
bailarinas de cabaret, hermanos que no se dirigen la palabra,
coleccionistas, entomólogos y parroquianos de los bares de la zona. A
esos pasillos fue Brienza a preguntar. A esa clase de ángeles locos vio.
Brienza camina con soltura la cornisa entre la literatura y el
periodismo. Y en su décimo tercer libro busca el Santo Grial, en un tono
que evoca las novelas de aventuras de Osvaldo Soriano o Jorge Fernández
Díaz. Por favor, que a nadie se le ocurra preguntar por qué el Santo
Grial no podría estar en la Argentina. Sería una de nuestras posesiones
menos curiosas. Brienza busca la copa que contuvo la sangre de Jesús en
la Última Cena entre nazis conjurados, sucuchos de anticuarios de la
calle Defensa, extraviados de Capilla del Monte y monjes tibetanos que
guían telepáticamente a uno de sus testigos hasta el valle de Punilla.
Como la vida es una cadena causal "pregúntenle, si no, a Santo Tomás de
Aquino" los ovillos de Brienza están llenos de puntas que se confunden
en nudos y más puntas. Hasta que se aburre de su rol de dandy divertido
detrás de una leyenda, y advierte: "Hubo un punto de inflexión en esta
historia en el que nada fue igual que antes. Todo comenzó a dejar de ser
solo un juego. ¿Y, si en realidad, estoy buscando verdaderamente el
Santo Grial?". No me diga que no quiere saber si lo encontró».