En el verano de 1802, un estudiante de Derecho de Chuquisaca visita el cerro de Potosí. Ese joven no es otro que Mariano Moreno, en su proceso de formación intelectual y espiritual. Durante el viaje, numerosos interlocutores le relatan historias y, mientras los escucha, descubre la realidad de los habitantes del lugar: la cantidad de sangre y de lágrimas que se derraman para acuñar las monedas de plata. Mariano Moreno se da cuenta de que bajo la opresión, los hombres pierden la voz y la esperanza, y quizá la vida.