Cuando cumplió treinta y nueve años, los padres de Constanza del Río le contaron su mayor secreto: era adoptada. En ese momento, todo en su vida hizo clic. Al principio comenzó una cruzada personal para encontrar a su familia biológica. Pero en el camino supo que fue entregada por el ginecólogo Gustavo Monckeberg con ayuda del sacerdote católico Gerardo Joannon, quienes robaron y comercializaron niños en las décadas del 70 y 80.
Al descubrir la verdad, Constanza fundó la ONG Nos Buscamos y comenzó a recibir cientos de correos de otros que, al igual que ella, buscaban a sus familiares perdidos no solo en Chile, sino también en el mundo. Todas víctimas directas o indirectas del tráfico infantil.