Casi siempre que se habla de Alfonso Reyes (1889-1959) se piensa en el ensayista, en el prosista fino y preciso, en el estudioso, en el erudito; en seguida, se piensa en el poeta, en el autor de Ifigenia cruel. Con menos frecuencia se piensa en el narrador, el cuentista, aun cuando todo el mundo está de acuerdo en que “La cena” es uno de los relatos más originales y perfectos que se hayan escrito en nuestra lengua. En efecto, el ensayo y la poesía fueron los géneros más frecuentados por Reyes, pero, como señala José Luis Martínez, aunque no concediera a la imaginación narrativa el cultivo concentrado y persistente que otorgó al ensayo y la poesía, mantuvo siempre abierta una brecha para la ficción.