Con la sutileza y la profundidad que caracterizan su prosa, Alicia Dujovne Ortiz se ha internado, como Diego Duarte, en una zona v
edada para narrar con el cuerpo el paisaje infernal de los basurales, pero también para encontrarse en cárceles, en villas, en la
quema, con personas entrañables, con luchadores sociales, con hombres y mujeres indoblegables que sueñan con una vida mejor, y q
ue exigen justicia para Diego Duarte.
Durante la madrugada del domingo 15 de marzo de 2004, Diego Duarte, quince años, ojos color café, sesenta kilos, se internó en el basural del ceamse de José León Suárez junto con su hermano Federico. Fue en busca de metales o cualquier otra cosa que se pudiera vender: Diego no quería que Federico fuera al colegio con las zapatillas rotas. Por eso se arriesgó en la montaña de basura, un terreno prohibido, abismal, vigilado. Cuando vio el móvil policial, se ocultó bajo un cartón entre los desperdicios. Murió pocos minutos después, sepultado por un alud de basura que inició una de las topadoras del ceamse. Su cuerpo permanece desaparecido. El crimen sigue impune.
¿Quién mató a Diego Duarte? es la investigación que Alicia Dujovne Ortiz emprendió sobre ese asesinato, pero no sólo eso. Es también un conjunto de extraordinarias crónicas acerca del mundo de la basura como negocio de unos pocos, como medio de vida para muchos, un territorio en disputa, casi siempre violenta, del que ni la policía ni la política son ajenas.
Con la sutileza y la profundidad que caracterizan su prosa, Alicia Dujovne Ortiz se ha internado, como Diego Duarte, en una zona vedada para narrar con el cuerpo el paisaje infernal de los basurales, pero también para encontrarse en cárceles, en villas, en la quema, con personas entrañables, con luchadores sociales, con hombres y mujeres indoblegables que sueñan con una vida mejor, y que exigen justicia para Diego Duarte.
La crítica ha dicho...
«¿Quién mató a Diego Duarte? Esta pregunta, que le da título al libro, es la que Alicia Dujovne Ortiz se propuso responder página a página. Con la paciencia y el tesón de un detective privado, fue desbrozando y a la vez rearmando los hilos secretos del enigma. Visitó la villa y se contactó con las cooperativas que reciclan la basura para venderla al mejor precio. Muy pronto comprendió que con eso no bastaba. Supo que había una única manera de conocer la verdadera historia: se hacía preciso convivir con los vecinos, vestir sus ropas y repetir sus acciones.»
Vicente Battista, ADN Cultura