Turistas perdidos cuenta, en primera persona, el duelo de un hombre recién separado. Un período de transición mientras se instala en el monoambiente al que se acaba de mudar, repasa escenas del vínculo con su ex y desarma (o se resiste a desarmar) las cajas que conformaron esos días y hoy construyen su torre de recuerdos.
¿En qué momento una pareja decide tomar uno de los dos caminos que van a separarla para siempre? Como en el poema de Robert Frost, ese sendero que cada uno va a transitar, ahora en soledad, es lo que va a determinar la persona que seas, que llegues a ser. Turistas perdidos es una novela que comienza con pequeños haikus, en forma de loop, donde un hombre se debate entre abrir o no las cajas de la mudanza que contienen restos de la otra vida, la vida en pareja. A medida que avanzamos en el libro, con una prosa poética y precisa, sin esa retórica llorona tan habitual en los temas de separación, presenciamos el fin de una pareja hasta llegar al comienzo de todo, donde, de alguna manera, ya está incubado el gran monstruo del silencio. Como escribió Eliot en los Cuatro cuartetos: en el principio está mi fin. Conozco una chica que se tatuó este verso en un brazo. La novela de Gustavo Yuste es de una melancolía hermosa. Y también es implacable.
Fabián Casas