El autor de este trabajo demuestra que ese súbito despertar a la
democracia y a la libertad no fue un gesto espontáneo sino una de las
consecuencias más extraordinarias de la crisis económica global de 2008.
En diciembre de 2010, poco antes de Año Nuevo, un jovencito
universitario que sobrevivía vendiendo frutas con un carro se encendió
como una antorcha en Túnez. Ese sacrificio, causado por la furia y la
frustración, fue el disparador de uno de los procesos geopolíticos de
mayor importancia de este comienzo de siglo. Conocido luego como la
Primavera Árabe, se trató de un conmovedor alzamiento republicano en el
norte de África contra dictaduras que gobernaron por décadas con mano de
hierro, muchas de ellas amparadas por Occidente.
El autor desmitifica el poder de las redes sociales en la fragua de
este levantamiento y remarca que la Primavera Árabe, maltratada en el
mundo por izquierda y por derecha, sí fue, contra lo que muchos piensan,
una auténtica revolución, ya que cambió la historia con efectos que no
se disiparán. En la heroica plaza Tahrir de El Cairo nació el movimiento
de los indignados que se esparció de España a Israel y a Wall Street. Es
mucho más de lo que se supone lo que ha sucedido y sucede en esa
constelación de naciones. Y es mucho más lo que inevitablemente acabará
por ocurrir.