No hay cadenas que puedan atar al destino.
La princesa Gweldyr de Demetia nunca ha deseado dejar atrás las seguras murallas que protegen su hogar. Allí es feliz y allí se encuentra todo cuanto ama. Pero cuando su padre la promete al poderoso rey de Buellt para sellar una valiosa alianza, su mundo se rompe en pedazos. Lo único en lo que puede pensar es en el terror que le provoca traspasar las murallas.
El tuerto. La bestia. El capitán de la guardia de Buellt apenas recuerda que una vez tuvo un nombre. Al mando de un grupo de mercenarios, solo le preocupan dos cosas: evitar que los sajones crucen la frontera y que las reservas de bebida le duren, al menos, un día más. La última tarea que le han encomendado, escoltar a la prometida del rey, no parece digna de alguien como él. Acostumbrado a la soledad y al remordimiento, le cuesta entender por qué la asustadiza princesa de los démetas parece encontrar consuelo en compañía. Y, en cualquier caso, ¿cómo podría nadie tratar de entrometerse en el camino del rey?
Pero las hilanderas del destino ya han comenzado a tejer sus nombres, y nadie, ni siquiera él, puede escapar de sus redes.