Dánae e Iván no están destinados a estar juntos, aunque sus riñas terminan siempre en risas y sus miradas estén repletas de deseo…
Como consecuencia de un accidente laboral, Iván Zamora se rompe un buen montón de huesos y pasa meses inmovilizado. Para lograr una recuperación completa, los médicos le recomiendan terapia física personalizada. Animado por un buen amigo, recurre a una entrenadora personal que, tras su apariencia sexi y divertida, esconde a una sicópata de la vida sana que pretende que él, un hombre sosegado, se convierta en una especie de versión vegetariana de Supermán.
Dánae Valero es implacable con sus pupilos: mente sana en cuerpo sano. Cuando es contratada por Iván, se da cuenta de que el arquitecto no solo necesita recuperar su cuerpo, sino también la autoestima, ambos mermados por el accidente. Para ello lo obliga a esforzarse al máximo a base de ejercicio intenso y una dieta estricta, disfrutando mucho en el proceso. Que sea atractivo no es un inconveniente para ella: no es una mujer de relaciones serias y, además, no podría estar con alguien que no comparte su filosofía de vida, por más que le apetezca arrancarle la ropa en alguna que otra ocasión.
La atracción mutua que sienten desde el primer momento no ayuda a mantener la relación solo en el ámbito profesional.
¿Serán los entrenamientos implacables y la dieta de la lechuga suficientes para curar a Iván?