Publicado por primera vez hace veinte años, El mapa de sal
resurge hoy como un libro de anticipación.
Un texto crítico y lleno de adivinaciones comprobables, que aborda las paradojas globales desde una geopolítica privada, siempre en primera persona. De ahí el tono autobiográfico de este ensayo que puede leerse como una pieza clave, fundacional, de la última narrativa en español. Un libro de culto en el que se conectan Jean-Paul Sartre y Pedja Mijatovic, Sergéi Bubka y Jean-François Lyotard, el Che Guevara y Orlan. Y donde la revolución o la globalización se somatizan en unos cuerpos que han perdido su paisaje y se emplazan en paisajes que han perdido sus cuerpos.
El mapa de sal es para su autor lo que el Libro de arena para Borges o el Territorio de la Mancha para Carlos Fuentes, sólo que su mapa no se adscribe a un tiempo concreto ni a un idioma específico. Para Iván de la Nuez, entre el pasado dulce de las nostalgias y el presente ácido, y cínico, de la globalización hay un futuro que puede ser nombrado con la punta de la lengua. Un porvenir salado.