Granada, inicios del siglo XVII.
El perfume de los céfiros, ese que guardaba los lugares en los que el viento era sonido y el sonido acababa convertido en canción, le trajo ese olor a jazmín que solo había exhalado en la piel canela de Guiomar.
Simón crece junto a Juan Belvís, su abuelo, el conocido como el jardinero de la Alhambra. Su repentina muerte lleva a Simón a huir. Tras malvivir durante dos largos años en las calles de Granada, pasa a contar con la protección de Elvira de Sandoval, quien le dará la oportunidad de aprender y ejercer un oficio en el barrio de los Tintoreros.
Guiomar es hija del mercader Gaspar de la Fuente y una de las tejedoras más prometedoras de toda Granada. De cabello largo, del color de la noche, y ojos verdes, Simón se queda prendado de su belleza en el mismo instante en el que sus caminos se cruzan por primera vez, en la plaza de Bibarrambla.
Un amor inocente y sincero, que se topa con la oposición frontal del mercader, nace entre los dos jóvenes. Sin embargo, sus caminos se separan de modo abrupto, con la vida de Simón pendiendo de un hilo y la de Guiomar a manos de un padre cruel y déspota.
El joven es trasladado a la ciudad de Toledo, donde consigue recuperarse de las heridas. Simón adquiere otra identidad y una nueva vida, alejado de odios; pero también de Guiomar de la Fuente, a quien pertenece su corazón.
Habrán de pasar siete años hasta que Simón decida retornar a su Granada natal y lo hará con el firme propósito de buscar a Guiomar, cuyo recuerdo siempre lo ha acompañado. Pero... ¿qué habrá sido de la joven tejedora? ¿Habrá tenido libertad para tomar sus propias decisiones, o habrán sido otros quienes hayan movido los hilos de su destino, condenándola en vida? ¿Habrá olvidado a ese muchacho que la observaba como nunca nadie lo había hecho o, por el contrario, sus sentimientos continuarán muy latentes debajo de esa piel canela que Simón siempre amó?