Pensamientos de un weird, un outsider y un loser.
Es muy difícil escribir bien, no digo nada nuevo. Puedes pasarte veinte años escribiendo y todavía sueles cometer errores. Es difícil escribir, pero es más difícil corregir. Admiro a muchos escritores contemporáneos, también admiro a escritores clásicos y no tan clásicos. No soy muy partidario de leer el canon, aunque, si me apetece, los leo. Un escritor dijo hace unos meses: «Las redes sociales son un calco reflejo de lo que cada uno somos». Ahora diré, no suelo estar activo en ninguna red social. Soy expansivo como una explosión a la nitroglicerina. Ando disperso entre lo que sueño y la sed que tengo de gente buena. Pero cada vez que tropiezo con alguien bueno lo dejo marchar y sigo en mi soledad apacible, hasta que me atrapa la angustia existencial. Los escritores son gente inteligente, inquieta en conocimientos, avezados lectores, de amplia cultura. Yo soy todo lo contrario. Los adjetivos que he usado quizá sean exagerados, pero, conforme va pasando el tiempo, me voy dando cuenta de que escribir es lo mío. Ya que he conocido escritores que ya han dejado montones de historias redondas y zanjadas. Han creado personajes carismáticos, han dado con las teclas necesarias para contar una historia con verosimilitud. Estoy muy cansado, pero no quiero perder afición lectora. Escribiré en mis blogs y para Nevando en la Guinea. Pero debo dejar claro que este oficio no es el mío. Puedo escribir como aficionado, o levantándome un palmo la moral y el ego, decir que soy amateur. Eso es lo que soy. Siempre he tratado de no hablar mal de nadie, pero ha sido como predicar en el desierto. Este noble arte de escribir necesita gente preparada. Es inútil escribir desde el ostracismo y la élite de escritores que triunfan.