El prefijo trans viene del latín y significa a través, más allá, y fonías nos conecta con el griego phoné, que significa sonido, voz, capacidad de habla. De tal manera que nos adentramos en una zona donde el poeta atravesará con agudeza la palabra, irá más allá de la voz. Y eso precisamente es lo que se siente al leer estos textos. En una definición del propio A. M. nos señala que: «Una transfonía es el trayecto radical que trasciende —consciente y desconsideradamente— la forma tradicional sentenciada por la élite literaria». Pretender esta suerte de transgresión iconoclasta en el lenguaje nos ubica como espectador en una zona clandestina, oblicua, donde la palabra poética es inducida al quiebre: el poeta la manosea, la estrangula, la acaricia, la apuñala, la exprime, la macera intentando sacarle el zumo de ese más allá, hurgando en significados, sabores y colores ocultos, para alcanzar regiones de asombro y silencio, «silencio como entrada interdimensional», nos puntualiza en un poema.