La Iglesia y el Estado han vuelto a sonreírse.
La religión ha recuperado protagonismo en la vida política de México. El responsable de ese fenómeno es el presidente Andrés Manuel López Obrador. Pese a declararse juarista, el primer mandatario ha difuminado, como ninguno de sus predecesores, la frontera entre lo que es de Dios y lo que es del César: llegó al poder aliado con un partido de origen religioso, ha invitado a Palacio Nacional a líderes y agrupaciones cristianas, ha abierto la puerta de las concesiones televisivas a iglesias evangélicas; defiende políticas de Estado con frases bíblicas y ha pedido a las adscripciones religiosas que distribuyan la Cartilla Moral, documento básico para la llamada Cuarta Transformación.
En AMLO y la religión, Roberto Blancarte y Bernardo Barranco, los dos mayores expertos en el tema, diseccionan esta dinámica que puede transformar el balance de poder en México, cambiar el rostro del país y redefinir conceptos como laicidad y separación Iglesia-Estado.