Debbie no sabe como pero acaba metida en un juego del que espera no salir lastimada.
Neill le propuso algo simple: explorar su sexualidad juntos, ese deseo que los consume cuando están cerca y que les quema la piel cada vez que se tocan, y ver dónde les lleva. Como amigos claro, ella no quiere enamorarse de él, sigue teniendo el gran defecto de ser capitán del equipo de fútbol.
Pero eso no evita que con solo una mirada Neill sea capaz de calentar su sangre y acelerar su corazón como si acabara de correr los cien metros lisos.
Ella intenta ser solo una joven más, que disfruta de su vida universitaria, y para nada se va a enamorar de Neill... En sus planes de futuro no entra seguir los pasos de su madre.
El problema es que cuando Neill la besa siente que es capaz de acariciar el cielo y cuando no lo tiene cerca, lo extraña como nunca pensó añorar a nadie, y solo a su lado siente que lo tiene todo...pero eso no es amor... ¿no?