Amparo y el galope de los caballos muertos es una novela de un realismo muy fuerte, necesario y bienvenido. El simbolismo, no obstante, se desvela poco a poco y va impregnando la narración.
«Cuando Amparo se asoma, él está sentado a una mesa y sabe que ha abandonado a su suerte a una mujer indefensa a quien apenas ha visto y nunca volverá a ver.»
Sánchez es un hombre que lo ha perdido todo. Formó parte de una revolución que fracasó, tuvo que enfrentar el exilio y la cárcel.
Volvió a su país para asistir al fin de su matrimonio y a la necesidad de comenzar de nuevo. Cuarenta años más tarde, quienes fueron derrotados ejercen el gobierno y el poder, y Sánchez forma parte de esa nueva realidad. El pasado se ha convertido en relato y muchas palabras, de tanto repetirlas, han ido perdiendo su significado.
Luzardo es un hombre sencillo y solitario. Ha intentado enjugar su soledad leyendo todo lo que cae en sus manos, pero, más que nada, novelas del lejano oeste. Lo demás que sabe lo aprendió en el campo, conoce más a los caballos que a las personas. Decepcionado por la justicia del hombre, ha decidido tomarla en sus manos.
Entre ambos, está Amparo.
Guillermo Álvarez Castro, uno de los narradores más destacados de su generación, dueño de una personalísima técnica narrativa, retorna con una novela atrapante, que envuelve al lector en una atmósfera sugestiva y poética.