Después de sufrir un colapso emocional y dejar su carro parado en medio del tránsito, Juan renuncia a su vida. A su vez, Greta, tras acarrear como un lastre la pérdida de su hija en un accidente automovilístico, pone fin a su matrimonio y se empeña, a modo de catarsis, en recolectar las partes del vehículo en el que ocurrió el accidente. Desde una narración fragmentaria que toca las fibras más sensibles de las pérdidas y anhelos de los personajes, Nona Fernández escribe de manera clara e íntima el trauma de la pérdida y cómo ésta une como un hilo invisible a sus protagonistas que, aislados, escindidos y despojados, buscan resignificar su trauma incluso después de la muerte.