Una Barcelona floreciente, alegre y en movimiento recibió el 17 de julio del año 1920 a Juan Antonio Samaranch, un futuro ilustre barcelonés, gran defensor de la cultura de la ciudad. Amante del deporte desde muy pequeño, Samaranch hizo todo lo posible por promoverlo en cada rincón del mundo. Con valentía y determinación, lo hizo accesible a las mujeres y a personas de países menos desarrollados, para fomentar la cultura, la paz y el espíritu justo de las competiciones deportivas. Su pasión y sus sueños convirtieron a Barcelona en la anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1992 y transformaron la Ciudad Condal para siempre.