“Nunca creí en nada. Crecí en el seno de una familia de clase media, de origen judío, agnóstica e intelectual. A mí no me enseñaron a rezar. No me leyeron la Biblia. En casa no tuvimos ceremonias religiosas y en toda mi vida no fui más de tres veces a un templo o a una iglesia (…). Tal vez por esa carencia me interesó el auge de búsquedas espirituales que se dio en la Argentina de un tiempo a esta parte. Tal vez por eso decidí acercarme, escuchar, ignorar al superyó racionalista y formar parte de la tendencia yo también.” Lejos de la liturgia moderna del cronista que se planta como testigo, que elige mirar para luego narrar, Violeta Gorodischer opta en su libro por poner el cuerpo en una clara política de la experiencia para después contar. Fueron dos años de trabajo, de viajes, de tomar contacto con mundos bien distintos y sus habitantes: de la comida viva y la meditación al Arte de Vivir; de los maestros magnéticos a la disciplina china de Falun Dafa; de los rituales chamánicos a las transmisiones de energía. Sin embargo, más allá de las diferencias, en cada una de las prácticas Gorodischer encontró un denominador común: “Hastío; ahí nace un buscador”, le comentó alguien en algún momento. Y es de esa crisis personal que pide un cambio, de ese poderoso alimento, que se nutre Buscadores de fe. Un libro indispensable que traza en su prosa ajustada y a la vez vital un mapa de la nueva fe en tiempos de vanidades y pocas, muy pocas, certezas. “En lugar de vender el alma en la feria de las verdades únicas, Violeta Gorodischer se entrega a la experiencia a cambio de casi nada.” Pablo Plotkin, director de Rolling Stone