Cuesta encontrar un director técnico tan formado como Gustavo Alfaro en Sudamérica. Se preparó en todas las direcciones posibles. Es especialista en táctica, cuidadoso en los detalles y, ante todo, un líder natural. Sabe conducir el que primero se exige. Y Alfaro tiene método, planificación, objetivos y búsqueda de excelencia. Puede enseñar el que primero aprendió. Y Gustavo leyó, preguntó, se llenó de inquietudes y las respondió. Mientras, no paró de escalar la empinada carrera de entrenador; una carrera en la que un triunfo permite dar un paso adelante y una derrota obliga a dos hacia atrás. El punto de partida fue en Rafaela, cuna de sus ilusiones. El desarrollo no le entregó las facilidades que genera un apellido ilustre. El lugar de llegada será Qatar, nada menos que un Mundial, su búsqueda inconsciente. Tal vez haya que imaginarlo como su primera meta: luego habrá otras porque, así como suele decirles a los futbolistas de la selección de Ecuador, nadie puede ponerse un límite. Nadie le quitará la posibilidad de volver a soñar.