El deporte es una fuente inagotable de desigualdad para las mujeres, y a pesar de ser, como nos dice Herminia Luque, una de las estructuras visibles del patriarcado, escapa con facilidad a cualquier crítica teórica sistemática. Y cumple, además, a la perfección funciones pedagógicas de transmisión de valores y roles de masculinidad hegemónicos en todas las sociedades.