No resulta difícil imaginar a nuestros ancestros contemplando admirados el maravilloso cielo nocturno. Y fue ya en la Antigüedad cuando empezaron a elaborarse las primeras teorías sobre los componentes constitutivos del universo, material y etéreo, que nos envuelve. Este libro se centra sobre todo en un punto concreto: investigar el momento en que la cosmología se convirtió por fin en una verdadera ciencia, en que las teorías sobre el cosmos devinieron teorías científicas. Eso no sucedió de la noche a la mañana, ya que fue un proceso lento, que ocupó gran parte del siglo XX y en el que intervinieron numerosos astrónomos, cosmólogos y teóricos de la física fundamental, con sus grandes aciertos y, en ocasiones, crasos errores. Todo este proceso se fundamentó en conciliar los datos empíricos obtenidos de las observaciones astronómicas (Leavitt, Slipher, Hubble) con un marco teórico muy sólido: la relatividad general de Einstein. Teoría que finalmente permitió (Friedmann, De Sitter, Lemaître) interpretar y entender los resultados obtenidos por los astrónomos. Visto en perspectiva, las aportaciones del pasado siglo tuvieron unas implicaciones extraordinarias, casi increíbles, que cambiaron por completo nuestra visión del universo: de ser pequeño, estático, inmutable y eterno pasó a ser enorme, a tener un principio, a partir de casi nada, y a expandirse aceleradamente. Lo que ha creado, a su vez, un nuevo misterio donde por un tiempo reinó la certeza absoluta.