«Mónica les dio a los perros el resto de la hamburguesa de Mortalicio y se fueron caminando por la plaza de Viña. No quiso pedir disculpas, porque Ramón había tenido la culpa. De querer algo mejor. De poder tener algo mejor. De irse a Estocolmo por dos meses. De dejarla sola. De que existiera
un lugar al otro extremo del mundo al cual pertenecía, y de que ella estuviera atascada en esta ciudad de mierda».
Mona y Ramón son dos jóvenes que viven en Viña durante los primeros años de la década de los dos mil, y vagan, como tantos otros, por la ciudad. Van a Valparaíso a carretear, entran a edificios abandonados, comparten sus penurias y el gusto por el metal. Hasta que conocen el amor. Hasta que todo comienza a desmoronarse para mostrar una nueva cara de la realidad.