E ste precioso relato de un muy joven integrante de nuestra sociedad es una interpelación profunda al constructo social heredado, a la condición adulta con responsabilidades en todos los ámbitos de la vida social, aunque especialmente están aludidas las instituciones educativas. Muy pocas veces disponemos de narrativas testimoniales provenientes de sujetos tan jóvenes, con una capacidad de evocación que pone entre paréntesis el registro individual, para dar lugar a la enunciación colectiva aunque hable en primera persona. Porque este libro está escrito en nombre del nosotres, de quienes participaron de la experiencia educativa secundaria de su tiempo –una hipérbole para quienes somos mayores, pues estamos refiriéndonos a un lapso que va entre 2014 y 2019–, y de las experiencias recientes, en particular del traumatismo inédito del covid-19. Impacta la capacidad de interpretación no solo de los contextos relacionados con la evolución de su adolescencia, en particular la educación arquetípica de salvaguarda de los valores patriarcales. El relato es conmovedor respecto de las luchas por erradicarlos sostenidas por les pibis, y es emocionante acercarnos al impacto del feminismo, de las agitaciones del Ni Una Menos y de la Marea Verde. Pero también se demora en las circunstancias del presente.
El autor revela notable sensibilidad y lucidez para mostrarnos que en la actual encrucijada es fundamental comprender a las generaciones más jóvenes –a merced de los cantos de sirenas de los falsos apóstoles de la libertad para someter a otres–, lanzadas a la intemperie, a las condiciones de desempleo o de precariedad ominosa de empleo. Este libro es un alegato de enorme sensibilidad para que despertemos.
Dora Barrancos