Cultivar una buena relación profesor-alumno supone un reto para cualquier educador, pues su sentido se encuentra en el equilibrio entre lo técnico y lo humano, entre la exigencia y el cariño. En una sociedad donde se promueve la igualdad entre docentes y estudiantes, Edistio Cámere vuelve a las raíces del acto educativo, para recordarnos su fin último: «sacar lo mejor de cada uno».
Sin dominio de la materia, es difícil que el alumno se deje conducir y orientar; no obstante, quedarse en lo meramente técnico es descuidar la formación del alumno en tanto ser humano, que reclama respeto a su singularidad y a su libertad. El docente, al definir y afirmar su identidad como tal, convoca dicha libertad a través de la palabra y del ejemplo. Mientras el docente enseña y orienta, el alumno aprende y se deja conducir: sobre el complemento armonioso de estos roles versa el presente libro.