En El conflicto no es abuso, la autora y activista estadounidense Sarah Schulman aborda una de las problemáticas más relevantes de las discusiones y debates de nuestra actualidad sudamericana: la victimización como estrategia de enunciación habilitante de una respuesta devastadora. Y su contraparte, la generación, a partir de todo lo que no se identifica como propio, de extraños peligrosos como modo de gobernanza a escala global. Autoconstruirse como víctima potencial de un otro peligroso redunda, así, en el afianzamiento de ideologías supremacistas, en la exageración del daño y en el no reconocimiento de la responsabilidad colectiva que nos cabe en la resolución de los conflictos para que estos no escalen desproporcionadamente y habiliten la erradicación de quien se percibe (se construye) como una amenaza. Este mecanismo, señalado por Schulman tempranamente en esta obra, se encuentra activo tanto a nivel interpersonal como intercomunitario y hasta geopolítico.
Pieza clave del pensamiento antipunitivista, del activismo anticarcelario, pero también de las conversaciones dentro de los movimientos feministas y de las disidencias sexuales, comprometido con el anticolonialismo, El conflicto no es abuso reflexiona sobre la violencia, la justicia y los deseos de reparación en un mundo obsesionado con la grieta y la imposibilidad de intercambio con quien se construye como un otro al acecho.