Con su sonrisa forzada y su inocultable asquito a los pobres, los derechairos salen a las calles a expresar su inconformidad por los demonios comunistas que solo aparecen en sus pesadillas, mítines y borracheras; como no se les da la simulación lloran cual desoladas Magdalenas por las injusticias que laceran al país y la violencia sin freno; así, los próceres de antaño: Fox, Calderón, Creel y los nuevo paladines como Marko Cortés, Alito Moreno y la salvadora del huipil, la inefable Xóchitl, bajo el liderazgo del santo patrono Don X, harán lo imposible por recuperar lo que tuvieron, era suyo y dejaron ir.
Con el humor corrosivo que lo caracteriza y el implacable análisis político, Jairo Calixto Albarrán elabora una serie de perfiles de políticos y suspirantes que se mueven indignados por la escena política mexicana, ataviados de hipocresía, doble moraly clasismo se dicen defensores de la democracia y progresistas cuando han peleado con uñas y dientes por mantener sus privilegios, explotar a los trabajadores, aprovechar las desgracias del país para mostrar su indiferencia ante los menos favorecidos, soltar sus fake news e impulsar a sus periodistas vendidos al mejor postor: armadores de montajes y payasos vulgares venidos a menos cuya esencia misógina y resentida los perseguirá hasta sus últimos días.
Celebridades como Verástegui y Milei, Lorenzo Córdova y la ministra Piña, Agustín Laje y otros más desfilan en este jardín de las delicias derechairas para confirmar que, hoy más que nunca, un fantasma recorre el mundo: el del derechairo sin Ferrari, sin congruencia social ni capacidad política.